El comienzo de todo estaba en la lectura, en la lectura de lo que otros habían escrito, de textos que atrapaban y soltaban para que otro texto atrapara y soltara, esa era la cadena en el comienzo de todo.
El ulterior resultado era placentero si bien en el proceso miles de experiencias, sensaciones y vivencias eran trasmitidas desde el texto y aprehendidas en la mente las tres letras que dan por culminada la experiencia te liberaban, aunque no siempre inmediatamente y te permitían seguir con tus propias vivencias y sensaciones.
Fue al decidir que era posible transmitir las vivencias propias para que otros las lean y se identificasen que empezó lo que vino después del comienzo de todo. Al momento de empezar a escribir se produjo un extraño conjuro que hacía que no pudiera discernir si lo que escribía sucedía luego, o lo que sucedía luego lo escribía o si en realidad todo estaba pasando al mismo tiempo, a cada momento y en cada lugar... pero llegó el momento en que ya no sabía adonde estaba lo real y adonde estaba lo que yo escribía...
Una noche lo que escribía encontró quien lo leyera y, de esto no me cabe ninguna duda, encontró quién lo viviera, sintiera y se identificase con lo que leía. Y ese fue el final de lo que vino después del comienzo de todo. Quise dejar de escribir y no pude, durante años no pude.
Ya no podía perder a quien me leía, no podía perder ni un segundo de su atención. Y , entonces, nació el Olmo.
El ulterior resultado era placentero si bien en el proceso miles de experiencias, sensaciones y vivencias eran trasmitidas desde el texto y aprehendidas en la mente las tres letras que dan por culminada la experiencia te liberaban, aunque no siempre inmediatamente y te permitían seguir con tus propias vivencias y sensaciones.
Fue al decidir que era posible transmitir las vivencias propias para que otros las lean y se identificasen que empezó lo que vino después del comienzo de todo. Al momento de empezar a escribir se produjo un extraño conjuro que hacía que no pudiera discernir si lo que escribía sucedía luego, o lo que sucedía luego lo escribía o si en realidad todo estaba pasando al mismo tiempo, a cada momento y en cada lugar... pero llegó el momento en que ya no sabía adonde estaba lo real y adonde estaba lo que yo escribía...
Una noche lo que escribía encontró quien lo leyera y, de esto no me cabe ninguna duda, encontró quién lo viviera, sintiera y se identificase con lo que leía. Y ese fue el final de lo que vino después del comienzo de todo. Quise dejar de escribir y no pude, durante años no pude.
Ya no podía perder a quien me leía, no podía perder ni un segundo de su atención. Y , entonces, nació el Olmo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
no le pidas peras al olmo no le pidas peras al olmo