Me explicó con paciencia cada vez que fue necesario hacerlo y hasta cuando yo no prestaba atención. Con esa misma paciencia me retaba, enseñando, explicando. Estaba destinado a heredar su prudencia y nunca la aprehendí, pero sujeté con fuerza la idea de que ser cariñoso es una virtud, vergonzosa pero inevitable.
De él aprendí que con cualquiera de todas las palabras siempre arranca una canción y que la música es la mejor compañía cuando estamos solos y cuando estamos juntos, los dos. Compartió conmigo el don de la generosidad y yo nunca pude imitar su perfil bajo, aunque si su humildad.
Me dejó tropezar sin señalar luego la obvia piedra en el camino. Dibujó la maravilla en mi rostro con sus manos increíbles y su inteligencia universal. Me mostró en los libros el camino de la fantasía y los sueños pero en los discos la verdad de la conmovedora pasión y de las vitales palabras.
Me vio superar sus proezas y siempre mostró admiración por lo hecho.
Siempre supo estar al margen de lo que era solo mío y tan cerca como se puede estar en los momentos de mayor necesidad.
Me enseñó de qué se trata la lealtad y luego me dejó elegir el camino. Pero antes me enseñó una frase que atesoro, desde siempre: "Nunca está dicha la última verdad".
Exelente!
ResponderEliminarBellísimo!!
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