agosto 22, 2011

Terminales

Todavía las manos en los bolsillos, irremediablemente solas, el viento en la cara tirano pero familiar, la mirada invariablemente fija en el panel del vidrio. Y una reflexión en apariencia novedosa aparece en su mente: "hay de movida un error conceptual en el nombre de este lugar".

Un lugar que se llama "Terminal" no puede más que ser un sitio en dónde las cosas terminan, el lugar donde suceden las despedidas -esos agridulces momentos en que uno quiere decirlo todo y lo evita o lo dice mal-. Esos lugares donde el hacinamiento de bolsos y gentes precipita los saludos y luego todo sucede a través de un vidrio... sin sonido ni silencios, sin respiraciones ni suspiros, sin humo de tabaco, sin el brillo de los ojos y su abrigo.

Si, entonces, fuera una "Empezal" todo estaría comenzando siempre y no habría necesidad de terminar. Porque donde es Terminal es el fin, pero donde empieza es el principio. Y no hay nada como el principio, ni el día después, ni el día después, y todos los días menos el último.
Porque ese es el día que termina, en la Terminal.

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