Las ruedas ruedan siempre (o casi) en el mismo sentido sobre la misma firmeza del asfalto. Los arribos a veces no son parecidos y en esa diferencia hubo algo de fresco, grata sorpresa no sentir calor ni frío (también, tampoco). Pero a cambio de ese favor hubo espera, como nunca antes, espera corta la verdad, cambió el medio pero era la misma calle, esa que es la continuidad y esa que a veces lleva al fin de las cosas. La calle con mucha gente, con mucho tránsito, la calle "con mucho".
A veces cuando cambian un poco los destinos parecen ser distintas algunas cosas pero yo esas luces las vi antes, con esos colores con esos calores (de intensidad variable), me he sentado en esos bancos y he mirado a cada lado en esa calle de teatros infinitos, de personas/hormigas.
Ya he cruzado antes esa calle de un único intento, de un solo tirón pero nunca la había cruzado seis veces en una misma noche o diez en un día o treinta en una semana. Tampoco nunca había sido el guía, pero tengo facilidad para aprender. Aprendo todo cuanto quiero, y esas cosas que conozco las quiero. Por supuesto.
No se parece pero está ahí, en esa avenida interminable, la del intento, la esquina donde jugaba a detener el tiempo y a dejarme vencer por los semáforos para poder mirar en donde siempre hay que mirar, en donde siempre está la certeza y en donde habita la respuesta.
Pero nunca me había sentado ahí donde me senté, donde me relajé, donde descansé del viaje, donde me predispuse a esperar una semana diferente, la primera tal vez en mucho tiempo y la primera de una serie, y la primera de esta nueva vida... y entonces me relajé, me sentí plenamente tranquilo y en ese instante me llegó algo... que no esperaba, que deseaba, que trae felicidad... que no tiene por qué ser necesario, o si... pero que sin lugar a dudas es lo que más me lleva a cruzar la calles...
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