Una de las
cosas que me sorprendió de mis últimos dos viajes fue el hecho de no recordar
haber ido al parque en muchísimo tiempo. Y llegué a pensar que no existían
parques aquí como los hay allá. Parques cómodos, soleados, verdes, con gente
feliz, con gente haciendo su tarde, distantes de las tardes de los demás. Como
si el aire se respirara mejor.
Noté que había
cosas para ver, para hacer. Noté que nadie me molestaba ahí . Porque a veces me
molesta estar rodeado. O sentirme observado.
Volví con esa
entre otras ideas rondándome la cabeza. Y si bien no son idénticos, sino más
pequeños, por ejemplo, descubrí que acá también hay parques que no visito.
Y fui y todo
eso que vi allá también estaba aquí. Había aire, de ese que da gusto respirar.
Había chicos que jugaban entre ellos o con sus padres. Jóvenes en sus propios
asuntos. Viejos en los suyos. Cosas para ver y hacer.
Era todo tan
parecido que hasta estaba yo. Pero algo era distinto. Algo estaba faltando. No
estabas vos.
Me di cuenta
que es lo que me gusta de los parques
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