abril 04, 2013

El inquerible


Tomé la llama más grande, que alguna vez pude generar, y me la clavé profundo en el pecho. No es tan profundo mi pecho, más bien escaso. Tal vez esa sea la razón por la cual no muchos lleguen a creer que en él haya un corazón muy grande. A veces yo mismo lo dudo. Hasta que lo oigo bailotear. Bueno, en realidad, no lo oigo... lo siento. Y, al ser tan frágil mi pecho, tengo la sensación que el corazón saldrá, sangrando.
Quiere salir a veces o muchas veces y yo lo dejo salir más de lo que me conviene. El habla por mí, mi razón no interviene. Llegué a pensar que no tengo razón. Ni razón que me gobierne, ni razón de ser. Y de tanto en tanto encuentro mis razones para vivir. Todas esas razones tienen nombre.
Las personas que materializan mis razones son queridas entrañablemente. Y sé que las que no me dicen que me quieren, al menos, me estiman. Sé que he sido más querido de lo que puedo recordar. Sé que soy más querido de lo que me doy cuenta. Entonces, ¿por qué me llamo a mi mismo el inquerible?. No todo tiene una única explicación. Yo no conozco la única explicación a las cosas.
He tenido cariño. Me han querido. Personas me han querido y me han dejado de querer. Y no sé el por qué. No puedo encontrarlo más allá de mi propia existencia. Y, sin embargo, hay personas que no me han dejado de querer. Hay personas que me quieren demasiado y a las que no quiero de la misma forma.
El cariño que yo profeso no siempre lo digo ni lo demuestro. Y, sin embargo, necesito muestras de cariño constantes para dejar de sentirme no querido.
Pienso que soy pequeño y que no he recorrido ni la más ínfima parte de lo que me queda por recorrer. A veces, no me siento capacitado para hacerlo si no me empuja un poco de cariño.
Quiero aprender a querer. Quiero aprender a ser querido. Quiero demostrarme a mi mismo que puedo dejar de ser el inquerible.

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