Yo ya había imaginado mi cuerpo deshaciéndose en sus manos como el fuego funde a la piedra en una corriente de lava incontrolable, de esa misma manera...
No tenía la más mínima noción de las consecuencias de ciertas aventuras. Nos amamos de las formas más extrañas y originales, pioneros pero enamorados. Pero, de la misma manera las más absurdas e injustificadas presunciones nos llevaron a convertirnos en piedras nuevamente.
El absurdo está regido por lo que la mente y el corazón no pueden explicarse dentro del mismo ser o de un ser a otro. Yo no he perdido la certeza, mi perseverante convicción, de que cuando la piedra es piedra los ojos llueven o mueren y el pecho explota o implota latiendo millones de latidos por milésimas de segundo. También me ha demostrado en su intrigante misterio que cuando la piedra se funde al fuego del centro de la tierra, el volcán que explota nos pone en peligro a todos y es ahí donde absurdamente cada cual busca su refugio como si el camino a la supervivencia estuviera tan lejos de cada uno. Cada uno con su piedra, cada uno con su fuego. Absurdamente a salvo de nosotros mismos, a merced de los demás...