Se nos empiezan a terminar las horas en este día y mientras el cielo limpia y el sol nos mira por última vez hasta el año que viene una bandada de mariposas recuerdos se convierten en un resumen de este año que estuvo del otro lado del mundo (de este y de aquel) entre calles que eran calles y eran canales, que eran un mar de gente y que eran la paz, entre bicicletas y palabras llenas de consonantes. Y el Bósforo, y el Támesis, y el Sena y etc, etc, etc...
Un año que comenzó con la última frase que encendió algo que significó el final de los sueños, al menos de ese sueño, interminable, inolvidable, estéril... Un año que continuó un camino que sigue teniendo horizonte en esa construcción de esto que estará siempre conmigo, yo mismo. Un año de puntos finales, definitivos, donde todo el amor se puso sobre la mesa y todo el pasado se anuló sobre un papel. Donde todo el amor resurge en un jardín de una sola flor y donde una sonrisa puede cambiar el rumbo de este día, de esta semana y de todas las demás...
Un año donde se fue para siempre el último abuelo que quedaba y el que se quedó todo el tiempo que pudo para que ninguno de sus nietos se quedara sin él...
Un año que comienza con la incertidumbre de lo que vendrá pero con la certeza que estaremos donde haya que estar, aunque sea lo último que hagamos...