Eran una suerte de cordura latente o locura irresuelta. Uno lloraba en sueños y el otro soñaba en llantos. Abandonaban contínuamente la imagen del otro como alternativa equilibrada entre la razón que mata y la pasión que enfría, o viceversa.
Cuando uno de los dos ya estaba en camino, el otro miraba para atrás y cuando este se daba vuelta el otro ya había doblado la esquina.
Víctimas de las décadas y los estereotipos descubrieron que nunca habían querido a nadie, que nunca habían dejado de querer a nadie y que en realidad no existía nada entre ellos, solo minutos eternos de sonrisas, de llanto, de sueños y de cordura irresuelta y locura latente... nada más que todo eso.
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