“La
H es muda” dijo la maestra.
Nacho
intentaba prestar atención en la clase de lengua pero nunca le
habían interesado las letras, ya que al fin y al cabo, no las usaba
muy seguido.
En
la clase no hablaba mucho, prefería, en cambio, dibujar en su
cuaderno.
Pensaba:
-¿Qué podían tener de interesante las letras?- Solo eran rayas
derechas y curvas...
La
maestra insistía con que la H era muda y Nacho miraba por la
ventana, las nubes, el sol y se olvidaba de la clase… -¿Para qué
podían servir las letras?- Pensaba.
Escribió
su sobrenombre en el cuaderno y se dio cuenta que llevaba una h.
Siguió
dibujando, pero ahora hacía letras con caritas y manitos, y las
dibujaba hablando entre ellas...
La
A, la líder de las letras, golpeaba la mesa para llamar la atención
de las demás que no paraban de hablar sin escucharse,
interrumpiéndose…
La
T: - t t t tran-quilizate -, tartamudeaba.
La
Q preguntaba, como siempre cuestionaba todo: -“¿Qué pasó? ¿Quién
es? ¿Qué hacemos acá?”
La
O comía y hablaba con la boca llena.
La
Z dormía con las piernas sobre la mesa.
La
P no paraba de decir: -pero, pero, pero-, pero nunca decía nada.
La
M meditaba y solo se le oía decir: -mmmmmm- sin decidirse, mientras
la N no paraba de negar con la cabeza continuamente: -no, no, no -,
aunque no sabía que pasaba.
La
A volvió a golpear la mesa y todos hicieron silencio… lo único
que se escuchaba era el ronquido “zzzzzz”.
La
A se puso por delante de la fila y comenzó a ordenar que todas las
letras se agruparan en el abecedario. A propósito, decidió omitir a
la H.
Todos
sabían que la A nunca quiso mucho a la H. Ésto comenzó una vez
cuando la A, enojada porque la H no respondía, le dijo: -¡Haragana!
¿Por qué no hablás? ¡Ya me hartaste!-
Y
se enojó aún más al darse cuenta que en todas las palabras que
pronunció, la H estaba por delante de ella.
Entonces
volvió a gritar: ¡Que bronca, la H está por todos lados!
Desde
aquel entonces divulgó por todos lados que la H era muda y que no
servía para nada, lo que le dolió muchísimo a la H, por lo que
decidió irse del abecedario por un tiempo.
En
la reunión, todas las letras estaban sorprendidas por la ausencia de
la H, pero ninguna decía nada, a excepción de la C que dijo: -falta
la H, ¿alguien la vio?-
Y
la A contestó: la H es muda, no la necesitamos.
Quedaba
claro que la A quería deshacerse de la H.
La
H, alejada, meditó durante un buen tiempo. La verdad era que ella
nunca se había puesto a pensar en el sentido de su existencia. Y
esto de no tener un sonido propio, la inquietaba demasiado.
Un
día, entendió que tenía que hacer un esfuerzo por hablar, y como
hacía mucho tiempo que no lo hacía, por su boca salieron puras
Haches, sin sonido.
Decidida
hizo un esfuerzo enorme y con todas sus fuerzas logró decir una
palabra:
La
H dijo: -Hola-.
El
eco de ese lugar le contestó: -Ola-.
Ésto
le llamó la atención.
La
H volvió a hablar: -¿Hay alguien ahi?-.
Y
el eco le contestó: -¿Ay, alguien, a-y?
La
H, sorprendida gritó: -Si, ¡hay!-.
El
eco le contestó: -Si, ¡ay!-.
La
H se dio cuenta que no decían lo mismo, aunque se escuchara igual. Y
entonces comprendió que ella si era importante.
Y,
entonces, decidió que debía emprender su retorno al abecedario.
En
la reunión de las letras, y ante la ausencia de la H, la A quería
que todas tomen la decisión de expulsar a la H.
La
E volvió a dudar: -eeeeeeh…-
La
Ñ se asombró tanto que su ceja subió bien alto, por lo que la
confundieron con la N.
La
O se quedó con la boca abierta.
La
S decía: - Si si si, señor-.
La T
tartamudeaba: -T t t t testarudo-.
La
C gritó: - ¡La H no es muda che!, ¿cómo la vamos a echar?-
La
Q preguntó: -¿Qué? ¿Habla? ¿Qué sonido tiene?-.
Las
letras se quedaron anonadadas. Sólo se escuchaba el ronquido de la Z
que nunca se había despertado.
La
A dijo: -Hable o no hable, para mi no sirve-.
De
repente la H entró abruptamente a la reunión. Todas las letras se
asustaron tanto que se amontonaron en un rincón.
La
H miró a todas las letras y dijo: -Yo soy la hache, hecha y derecha,
y a mucha honra. Soy tan importante como todas, no me pueden echar.
He dicho-
La
A quedó tan sorprendida que el palito entre sus piernas se le cayó
al piso.
La
E gritó con toda sus fuerzas, alegre: -¡EEEEEEEEEHHHHH!-
La
S contestó: -Si si si si si-.
La
O dijo: -¡Ohhhhhh!-
Tan
decidida habló la H que hasta la Z se despertó.
En
ese preciso momento sonó el timbre llamando al recreo y Nacho se fue
dejando el cuaderno abierto sobre la mesa. La maestra que pasaba por
ahí, se detuvo a mirarlo.
Pudo
ver muchos dibujos que mostraban las personalidades de las letras. Y
la H a un lado diciendo: -Yo no soy muda, soy tímida-.
La
maestra se sonrió y cerró el cuaderno.