Te vi en la parada de un colectivo de acá, te miré varias veces y vos me devolviste la mirada todas esas veces. Nos sentamos en asientos enfrentados pero en filas diferentes. Vos como siempre de frente al camino, yo mirando hacia atrás... Vi que sacabas la llave de tu cartera y cerré mi libro, el que fingía estar leyendo, vos tocaste timbre en la puerta del medio, yo bajé por atrás.
Cuando pisé la calle ya no estábamos acá, estábamos allá. Caminamos unas cuadras y empezó a llover, creo... yo no veía nada ya. Doblamos la esquina en una de esas calles que supimos y bajo la puerta de algún Banco o edificio del estilo, en el hueco de una puerta giratoria ya no había distancia de tiempo ni espacio.
En el reencuentro el sabor era el sabor de siempre, al tacto todo se sentía como ya se sintió y lo que pasó que nunca había pasado era tal como el deseo trunco había prometido tantas veces... tal como lo avisó.
Grité tu nombre en el sueño, no sé si lo grité dormido, no se si te desperté... aún no vi en el espejo si tengo tus marcas en mi espalda, o si quedaron adonde quedan siempre.
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