Sentarse plácidamente entre azul y dorado, y no poder ver el fin de todo ni el comienzo de la nada. Sentirse abrazado por la brisa y nada más que por la brisa, mirar al cielo y no ver. Hundir los pies en el agua y sentir la tierra firme sostenernos, pero volver y tambalear. Arder en los pasos, refrescarse en la proyección de la figura de aquellos que nos protegen. Descansar y merodear la paz. Complacerse y disfrutar. Comprender y sentir. Sentir y comprender.
Soñar la eternidad utópica, descubrir la fugacidad mundana. Y desilusionarse con el final.
La verdad es del mar...
¿Por qué desilucionarse?
ResponderEliminarHace un tiempo que no puedo desconvencerme de que el desengaño final será inevitable y que la fórmula de la felicidad es, entonces, la ignorancia más llana. Espero estar claramente equivocado (a veces lo vislumbro con algo de lucidez). De alguna extraña manera este texto me recordó eso.
ResponderEliminarMe paso algo similar. Todo se trato de ilusiones, utopias, y despues chan! El final que no queria.
ResponderEliminarPero bueno, a veces la vida te da y te saca no?
Me gusta tu blog, te sigo.
Un beso grande!"