En las lentas noches de los meses impares de los años impares y en su oscuridad, una criatura bella pero incierta, tersa y callada, atenta y sutil abriga el encanto del que pronuncia por pronunciar ajases, pero que sostiene sus párpados negándole al
morfeíco intruso el poder sobre su cuerpo.
La criatura, eterna pero joven falla en recordar las inconclusas escenas referidas pero guarda como tesoro las pruebas de que la vida anterior existió. Se refugia en puntos suspensivos aplicados estratégicamente y en preguntas que responden preguntas para no ser nunca una respuesta.
La criatura usa signos de exclamación que no hacen juego con el timbre de su voz. Su voz, la hermosa. No canta ni quiere cantar sino que ríe y en la continua continuidad de su infinita
primura, la criatura me quita el sueño, por siempre y una vez más.