Desde tu mirada hasta la punta de tus pies hay un camino que anhelo seguir. Las dos lunas de tu rostro, impasibles, parpadeantes, ojos que cautivan y que cubres cuando quieres cubrir. Tu boca es el comienzo y el final del infierno (o del cielo si lo miro en el espejo) que encubre tu voz que calma mis deseos (cuando habla, pero cuando calla y besa).
En tu pecho se dibuja una constelación de sueños que acompañan el candor de tu vientre, en donde el ombligo sonríe y también se asombra. Como un pionero recorrí el camino hasta tus rodillas y me detuve a descansar y a recuperar fuerzas.
La punta de tus pies tienen un cartel que hace realidad los deseos... y las instrucciones para retornar.
¿Y si no se quiere retornar?
ResponderEliminar¿No hay instrucciones para quedarse?