¿Entonces todo fue un sueño? Esa frase inició un período de espera. Llegué temprano pensando que era tarde y así y todo me perdí el arribo. No era un viernes como los de siempre, algo que nunca pensé posible estaba sucediendo y en el lugar que lo había soñado tantas veces y con un desenlace diferente, real. Como en todos los arribos la imagen confirma que no solo en los sueños existe eso que no puedo explicar pero habita ahí: cerca de un lunar. Entre todo el caos en rededor se detuvo el tiempo un rato como se detiene siempre, creo que esta vez teníamos el gesto serio, pero yo nunca me percato de mis sonrisas ( existen pero yo no las veo).
Otra vez no hubo cansancio, pero de caminarla se achicó la ciudad conectándose por todas sus calles y recorriéndola la hicimos continua, cercana... perfecta. Por obvias razones hubo mucha luz de día con sol pero, también, de noche sin él.
Cada vez que las distancias se acortaron el mundo se detuvo, ausente de sonidos y sin pasajeros en las calles, sin testigos en las esquinas ni espías en los balcones. De sur a norte y de este a oeste el viento nos desafió, el frío estuvo siempre merodeando y acechando nuestras caricias, que fueron abrazos y que fueron todo.
El tiempo corrido dio lugar a las risas, sonrisas, palabras; hubo canciones y un cantor, o dos. Hubo un par de preguntas y hasta hubo respuestas, aunque no todos los sentidos iluminaron lo que se dijo -serás esclavo de tus propias palabras cuando tu estado no sea el ideal-
La despedida fue más larga que la vez anterior y quise reafirmar lo que había dicho esclavo de mi estado... ella miró y se fue, 72 horas después de haber cumplido varios de mis sueños.
Y hasta el último momento nos miramos...
Cuando finalmente partió, metí las manos en los bolsillos... moría de frío, estaba desabrigado y ella no estaba conmigo (en persona).