Quería tomarme un momento y mirar por la ventana abierta, sentir que esta noche muda y estrellada podría cobijar todos esos pensamientos que no llegan hasta el corazón. Podría tomarme unos segundos y apoyar mi cara sobre la palma de mi mano y mi codo en el balcón. Podría elegir si cerrar los ojos o mantenerlos abiertos mirando un punto fijo al final de esta calle que conozco desde que nací y desde que volví a nacer, si me tomara el tiempo para hacerlo.
Pensé en tomarme unos minutos para medir la distancia entre mis pies y mi cabeza, mis pies y la tierra, mi cabeza y las nubes. Podría tomar mis propias manos y envolver mi cuerpo con mis brazos. Podía tomar la decisión de bajar la persiana e irme a dormir.
Tomé una silla de mi casa y luego otra, me senté en una y apoyé los pies en otra, sostenía la música en mi mano derecha y la nada en la izquierda.
El cielo seguía mostrando las estrellas, entonces miré hacia adentro, de mi casa, de mi mismo, del almanaque. Noté todo el vacío y las estrellas también, compañeras de él. Tomé un poco de ese vacío y de esa soledad, las arrojé por el balcón, logrando en un momento mágico un haz de luz. Al iluminarse la calle, vi al final de la calle que veníamos caminando hacia acá, miré adentro nuevamente y estaba tu sombra, esperando por tu cuerpo, para darle sentido a todo este cuadro, a todo este tiempo tomado... esta noche y las demás.