Si
la medida de las cosas fuera el lugar que ocupas en mis lugares, tal vez a los
ojos de los demás, y también a los tuyos, todo podría parecer una total pérdida
de tiempo. Así funciona el mundo de verdad, la realidad. Pero una vez invitada
a ésta, mi fantasía, pequeña criatura, viajera de este ensueño no hay mucho que
pueda deshacerse. Pocas cosas pueden volverse atrás.
Si
tantas horas has dejado, grabando tu estela en mi impericia de ser humano
imaginario e ideal, ¿de qué color pintar los ojos?, si los únicos colores que
conozco habitan tus pupilas, y brotan de tus manos, los pinceles. Y a qué
espejo más perfecto podría reclamarle mi reflejo, si no es a tus miradas, las
que no me miran, las que no me ven.
En
qué otro lugar querría esperar el eco de los sonidos que me alegran y desvelan,
si no es en las paredes de tu boca, en el marfil de tus dientes, en la seda de
tus labios, cuando por mágica coincidencia, la palabra que pronuncio se repite
en el sonido de tu risa, el eco.
Sin
embargo, es probable que no lo sepas ni lo sientas, por más que te inunde y te
invada hasta ser parte de tu sangre, y de las gotas de agua con sal que
lloraste.
Creo
que equivocas el origen del estímulo que te llena, del misterio que te llama,
de la vida que te espera, de los sueños por cumplir.
Yo
creo. Tú sabrás.
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