Yo te vi caer desde el cielo a mis brazos, una cortina de ceniza no alcanzó para evitar el reflejo de atraparte. Esa vez algo crujió en mis manos yo no era capaz de sostener el peso de tu razón ni vos de sostener la mirada mano a mano mientras corría el reloj.
Cuando me paré y vi la sangre en tus labios recordé que para callar tuviste que morder tan fuerte hasta quedarte sin voz... y en esta sordera imposible recordé un cantante en un parque, yo era muy chico y no tenía nada que perder...
Y fue creer que lo imposible estaba tras el arco iris y no ahí... y lo que empezó fue que murieron los sueños, un poco fue el imsomnio y otro poco las ganas de no soñar... y mirando por esa ventana de marco rojo canté, canté, canté... y el reflejo de mi cara en el vidrio me convenció de que eso que salía de mis manos era una canción (y tras de ella otra canción y otra canción).
Cuando metí todo ese en el sobre estaba lleno de vida, cuando me quise dar cuenta ya no había aire, yo ya estaba mudo y vos no escuchabas, nunca más.
Me quedaron tres palabras que siempre pronuncio, las guardé entre las cuerdas, tal vez algún día sean una canción... (o no).