noviembre 29, 2011

Retrato

Repentinamente tomó esa foto en sus manos y con fuerza la deshizo en mil pedazos,luego siguió leyendo. Para no ensuciar el jardín reunió los añicos del retrato y los puso debajo del enorme llavero con las enormes llaves.

Cuando hubo caído un poco el sol decidió trasladar su triste existencia al abrigo de los hielos que los vientos traían desde el mar, abrigado con su bufanda que no abrigaba al fin de cuentas. Reunió sus papeles, apuró el último trago de vino, plegó su banqueta y tomó el llavero. Fue al levantar ese peso que el viento sopló maligno e hizo volar los pedazos de la imagen destruida rato antes.

Más que la limpieza del jardín le invadió una profunda desazón por la pérdida de ese tesoro (aunque el mismo lo había destruido). Soltó todo lo que tenía en sus manos y corrió tras las partes de fotos al tiempo que el viento soplaba más y más fuerte.

Así llegó hasta la playa y vio flotar en las aguas su estéril cacería... miró en sus manos lo que había podido rescatar. Volvió a su casa, echó los pedazos sobre la mesa y pudo ver un par de ojos y una sonrisa mas ni un rastro había de su propio rostro ni del cielo, que ese día había retratado y parecía permanecer intacto por siempre. Habían sido sus manos, o no.

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