marzo 29, 2013

Una pregunta intrusa


¿Por qué no querrá besarme?, me pregunté envuelto por un halo de dudas.
En la soledad del cuarto, la conexión de los cuerpos y sentidos, parecía inminente e inevitable. Los movimientos se desarrollaban lentos, mutuos, dócil y naturalmente.
Cierto es que existían algunos motivos anteriores, más y menos propios e importantes, pero todo sucedía como si hubiera sido preplaneado y las imponderables traicioneras del destino hubieran dado su consentimiento al devenir de los hechos.
Era evidente que algo debía, e iba a, suceder pero cada vez que mis ojos, tristes y oscuros, se encontraban con esa melosa y diáfana mirada, no podían sostenerla ni tres segundos.
A esa altura mi mano había alcanzado la espalda. La espalda ya estaba sobre mi regazo y la cabeza descansaba contra mi pecho inquieto. Mi otra mano jugaba en el vientre y subía, luego, para recorrer dedo a dedo el rostro y terminar peinando el lacio y claro cabello.
Mi boca que debía besarla, insistía con frases sin sentido, evasivas que complotaban contra lo que tanto deseaba, esperaba y deambulaba en mi cabeza... y en mi corazón.
Es cierto que toda la ceremonia prolongaba y postergaba la expectativa por la satisfacción del roce de los labios, potenciando el dulce sabor del desenlace ineludible.
Algunas sonrisas ocurrieron, descubriendo los perfectos y perlados dientes, generando un sonido embelesante y cautivante, hinchando el vientre bajo mi mano y llenando de rubor las mejillas, tan delicadas y prominentes, dilatando las pupilas que cambiaban a dorado su color miel original.
La ciudad con sus ruidos se intruìa por la ventana. Además de las voces y las respiraciones, sólo la ciudad se hacía escuchar. Creo que yo, también, podía oír al corazón latir.
Así, los segundos parecieron minutos y los minutos, horas. No sé cuanto tiempo pasó, pero sin dudas me pareció una eternidad, hasta el momento en que no existieron más las palabras, las razones que demoraran lo que debía y, finalmente, pasó... la besé. La besé y me besó. Nos besamos por horas que parecieron minutos que, a su vez, parecieron segundos.
Los días pasaron muy rápido al fin. Esos besos aceleraron todo. La alegría todo lo acelera, la felicidad es el vértigo.
El tiempo comenzó a pasar rápido entre besos y caricias. El tiempo volvió a ser eterno cada vez que separó y demoró los reencuentros.
Pero el tiempo dejó de existir y sigue no existiendo desde que comencé a preguntarme... ¿Por qué no querrá amarme?.

1 comentario:

  1. Juli Cappemayo 03, 2013

    Me gusta mucho este. Ojalá tuviera la habilidad de escribir así. Mis felicitaciones :)

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no le pidas peras al olmo no le pidas peras al olmo